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El alimoche, un migrador transahariano que vuelve cada año

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El alimoche, un migrador transahariano que vuelve cada año

Una necrófaga en Peligro de Extinción

El Alimoche es un ave estival que solo permanece en la Península de febrero a septiembre, periodo en el que lleva a cabo la reproducción y crianza de sus pollos. A mediados  de este último mes inician una migración transahariana que les llevará tras cruzar el Estrecho de Gibraltar, Marruecos y Argelia hasta Mauritania, Mali y Senegal donde permanecen parte del otoño e invierno iniciando la migración prenupcial a últimos de febrero. A partir de esas fechas  decenas de ornitólogos y responsables de fauna, escudriñan y barren el cielo en busca de alimoches. Sin embargo es a partir de la segunda o tercera semana de marzo cuando el  afortunado que los descubre lanza el grito de aviso, cual si de Moby Dick se tratara, alertando al resto de que  finalmente han llegado a Málaga una o ambas de las dos únicas parejas de esta especie catalogada según la UICN en Peligro de Extinción (EN), lo que significa que enfrenta un riesgo muy alto de extinción en estado de vida silvestre en la Región. Hasta finales de los años 90 el alimoche se hallaba presente aún en parte de sus hábitats adecuados  tanto de nidificación como de campeo: áreas escarpadas con roquedos y abiertas a zonas de cultivo y matorral con presencia de ganadería extensiva  y vertederos de explotaciones o pedanías. La prohibición de abandono en el campo de las bajas producidas por la ganadería, la clausura y sellado de fosas, zanjas y vertidos así como la intensificación en el uso prohibido de productos tóxicos y veneno erradicaron su presencia de la geografía malagueña.

Una especie rupícola que nidifica en cuevas y cortados

Las parejas supervivientes  no tienen tiempo que perder. Entre mediados de marzo y mediados de abril se suceden las cópulas, algunas de ellas en el borde superior del cortado donde se localiza el nido, y se aporta material a uno de los dos  de que disponen normalmente. Situados en  cuevas en ocasiones muy amplias, en su interior se encuentran ramas, trapos, lana y toda clase de restos.  La puesta de entre 1-3 huevos, éste último muy raro, acabarán siendo  incubados por lo general dos, y pese a que la diferencia de los pollos sea notable en tamaño, los padres son capaces de sacar adelante a ambos en bastante más ocasiones de lo que hasta ahora se pensaba.  Bien es verdad que esto depende de factores tales como disponibilidad de alimentos, tranquilidad, progenitores, etc. Desgraciadamente no nos hallamos en ese caso en nuestra provincia. Paralelamente a las cópulas y arreglos del nido, se suceden las visitas a los puntos de acceso a la alimentación a fin de poder concentrarse en las semanas posteriores en la incubación llevadas a cabo en cavidades durante 42 días. A finales de mayo pueden verse los pollos en los nidos, volando a mediados y finales de agosto. La emancipación de los pollos está dando últimamente sorpresas en cuanto a su migración, ya que su presencia está siendo detectada hasta bien entrado octubre e incluso no llegando a cruzar el Estrecho manteniéndose en la Península.

A la hora de comer se lo toma con calma

El régimen alimenticio del Alimoche es amplio: carroña de herbívoros, placentas, excrementos, vísceras de mataderos, peces en las zonas próximas a cursos o embalses, pequeños reptiles o aves atropellados, gusanos, etc.  Su comportamiento en los puntos de acceso a la alimentación controlada, los conocidos como restaurantes de buitres, acaba en ocasiones con la paciencia de cualquier observador que durante periodos interminables fija su mirada a través de  prismáticos y catalejo tratando de conseguir verle engullir algo con sustancia. Horas en el comedero moviendo la cabeza de un lado a otro sin comer, o pastando entre comida seca alguna piltrafa  convertida en cuero y una tripa transmutada en cuerda. Todo ello acompañado de largos paseos por el centro y perímetro del muladar donde finalmente a veces podemos verle en el pico algo de carne aunque los restos inspeccionados sean poco más que piel  pegada a huesos.

Autora: Consuelo Atencia Páez